El número de personas que superan los 60 años es cada vez mayor y la perspectiva es que antes de acabar este siglo, el número de personas en la tercera edad se haya triplicado. El aumento de la edad de vida ha traído consigo una necesidad antes no contemplada por inusual. Hablamos de la necesidad de garantizar una buena calidad de vida no solo a nivel físico sino a nivel mental.

La Salud Mental no entiende de edades, clases sociales o situación familiar. De hecho, la OMS calcula que aproximadamente un 15% de los adultos de 60 años o más sufren algún trastorno mental.

En este escenario, se convierte en prioritario garantizar el bienestar psicológico en el adulto mayor. Pero, ¿cuándo debemos preocuparnos y ponernos en manos de profesionales?

Trastornos psicológicos más frecuentes en la vejez

Demencia senil. El descenso de la capacidad de memorizar y pensar afecta a la vida cotidiana de más de 35 millones de personas en el mundo, con unas previsiones de duplicarse en los próximos 20 años.

La demencia conlleva dependencia y la necesidad de que un familiar o un profesional sanitario se hagan cargo de la persona que la padece, de ahí su gravedad. Actualmente, el Alzheimer es la principal causa de demencia senil, seguido por la demencia vascular y el Parkinson.

Depresión. La depresión afecta al 7% de la población anciana aunque actualmente se considera que nos podemos encontrar ante muchos casos de infradiagnóstico. De ahí que los datos indiquen que las personas más deprimidas son las que están hospitalizadas o en hogares de ancianos, aunque posiblemente se deba a que muchos de los mayores que residen en sus hogares o con familiares y la sufren no están adecuadamente tratados.

Ansiedad. Según la OMS, cerca del 4% de la población en la tercera edad sufre de ansiedad. Los miedos a la soledad, a afrontar enfermedades, el duelo, situaciones de estrés o incluso el realizar tareas cotidianas que hasta entonces el individuo realizaba con normalidad y ahora le cuestan, suponen una dificultad añadida para el anciano que deriva en mala gestión de las emociones y las capacidades reales.

Baja autoestima. Muchas de las personas que atraviesan la última etapa de sus vidas pierden la ilusión por vivir. A veces, por el fallecimiento del otro miembro de la pareja, por la soledad que viven, por la pérdida de capacidad de realizar tareas y de los sentidos más básicos como la vista, oído, movimientos, agilidad… El hecho de que se sientan dependientes, les hace abandonar su interés por las cosas que antes les gustaban, por la higiene, el cuidado del hogar, las relaciones sociales, las ganas de ver gente…

Cualquiera de estos trastornos deriva en una pérdida de la calidad de vida del paciente. Su detección tardía y la falta de tratamiento llevan a que muchos ancianos aceleren su aislamiento, angustia o soledad.

Contar con el apoyo de profesionales sanitarios y centros de mayores con expertos, ayuda a los ancianos a mejorar la autoestima además de ayudarlos a tener una vida social más activa con sus compañeros, sentirse útiles a través de la realización de tareas y recibir un tratamiento adecuado y continuado para prevenir un agravamiento de los trastornos y posibles recaídas.